Es domingo, 9ºC cuando estoy escribiendo esto. De fondo estoy escuchando a Rubén Pozo, pero antes he estado escuchando a Iván Ferreiro y Extremoduro. Es uno de esos días raros. Es tan raro que ayer me abrí con mi madre y le dije que la quería. Era tarde por la noche y estaba escuchando a Sabina, por tanto está justificado.
He encontrado el motivo para escribir. Lo leo al día siguiente y me gusta pensar que me entiendo, que estoy mejor y que todo pasará. Siempre he sido bastante inteligente y entiendo que sí, que pasará, pero joder... mientras pasa me consume. Y yo quiero ser feliz. O al menos no fingir que lo soy delante de quien me quiere. Echo de menos jugar al baloncesto. Cuando antes estaba mal o necesitaba pensar era el momento de jugar. Solo, mi balón, las escuelas y yo. No necesitaba más para despejarme. Muchas veces coincidía con Cuco y siempre me ha gustado escucharlo. Él sí que me ha dado buenos consejos siempre y ha sido tremendamente honesto cuando ha tenido que serlo. Joder, echo de menos a Cuco también.
No tengo la cabeza bien.. Siempre me he considerado raro, al menos un poco. En el buen sentido, entiéndase. No tengo un foso para secuestrar gente ni me hago trajes con piel humana, como en El Silencio de los Corderos. Raro en plan bien. Aficiones curiosas, sé cosas que mucha gente desconoce.. Siempre me ha gustado como me define mi amigo Miguel: Noble pero muy cabrón. Cabrón en el buen sentido también. Soy interesante, joer. En 2018 me cuidé un montón, adelgacé, hice mucho deporte, trabajé y me veía bien. Y estaba motivado. Me veía guapo, yo mismo me veía así. Ahora evito mirarme al espejo, y tengo dos enormes en mi cuarto y uno en el baño.
Tengo que hacer algo conmigo mismo... Tengo que superar este año de mierda.